lunes, 29 de agosto de 2011

Tras la huella del lobo

Agosto de 2011


Rocío en la planta agostada y una bruma matinal. El amanecer en un lugar entre España y Portugal nos llena de ganas de buscar a un viejo y esquivo amigo.




El cánido emblemático de nuestros montes, el que aúlla, el protagonista de tantos cuentos, fábulas y leyendas (muchos de ellos, desgraciadamente, basados en absurdas supersticiones que adolecen una total falta de conocimiento de la verdadera esencia de este noble y necesario animal), el lobo ibérico. En este lugar se congrega una de las mejores poblaciones ibéricas de lobo (Canis lupus signatus).


La búsqueda del lobo y sus rastros comienza cada mañana por estos páramos, desde un lugar alto, donde se pueda divisar un paso fugaz, un ligero y rápido movimiento en la espesura del brezal :




El hecho de estar en el territorio donde campea un animal como el lobo, llena al naturalista de emoción, ya que la cadena trófica funciona desde el superpredador hasta al productor. En la mayoría de los ecosistemas españoles los superpredadores han desaparecido. Afortunadamente aun quedan enclaves donde ellos están, lo que se traduce sin duda en un ecosistema más sano. Por ejemplo, un lobo controla a animales generalistas y de gran potencial biótico como el zorro o el jábali, especialmente el segundo. Los mantiene a raya. Además, controla de forma natural a otros ungulados cuya superpoblación puede perjudica a la flora del entorno. Es más, el lobo mantiene más en tensión a los ciervos y corzos, lo que se traduce en un ramoneo y en una forma de pastar diferente : más intermitente e itinerante. La presencia del lobo selecciona positivamente a los herbívoros, fomentando la abundancia de ejemplares de buenas cornamentas y de gran porte y musculatura. 


Los telescopios apuntan y nos entretenemos con algunos corzos, ciervos, jabalíes y zorros. A veces, uno se alegra la mañana con lo que no va buscando : una hermosa escena de una corza amamantando a sus dos hijos.


Desde el aire, un águila culebrera nos hace un guiño recordándonos que ella no necesita esos catalejos para poder ver bien la llanura. Sus grandes ojos actúan como potentes prismáticos :



En estas tierras se percibe la libertad, la inmensidad del espacio abierto, sin vallas, sin carreteras, sin obstáculos : aire, espacio y naturaleza allá donde se pierde la vista :  la grandeza y humildad del territorio del lobo.




Y es que el lobo no necesita ser siniestro para despertar fascinación. Es tremendamente inteligente, con comportamientos que no dejan de sorprender a aquellos que lo observan desde hace ya años por estas tierras. Nunca se deja de aprender de un animal tan esquivo y tan complejo.


La noche cae y como si de un cuento  se tratase, la luna emerge tras la gran loma de brezos y pinos, dibujando la silueta oscura del relieve que pisa el cánido :



Recogemos los telescopios e imaginamos lo que debe ser escuchar un aullido...nos vamos con la extraña y agradable sensación de que no lejos de aquí algún lobo nos ha estado observando.

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