jueves, 12 de agosto de 2010

Sorpresas agradables

Rivas-Vaciamadrid (Madrid), 11 de Agosto de 2010


Esta salida perseguía un fin : fotografiar un búho real.


Una tarea ardua, si no fuera porque en este lugar se le ve fácilmente. Me hubiese gustado presentaros a Jacinto y a Rufina, una pareja de búhos reales (me he tomado la libertad de ponerles ese nombre) que hace un año criaban aquí. Mi encuentro con ellos fue auténtico, desde luego. Era de noche y Jacinto me sobrevoló cuando traté de imitar su reclamo con un sonido gutural. Un ave preciosa que dio varias vueltas por encima de mí y terminó marchándose buscando algo de mayor interés que un individuo con prismáticos en medio del camino una noche de Domingo.

Sin darme cuenta escuché un sonido detrás : era Rufina, que apoyada en una roca alzó el vuelo. Ella era visiblemente más grande que su cónyuge. Así volaron los dos.

Agosto no es buena época para ver bien a los búhos reales. Son escurridizos, sigilosos y bastante impredecibles. No acostumbran a posarse sobre altos oteaderos a reclamar, como empiezan a hacer hacia mediados de Octubre. Ahora salen a cazar sin hacer el menor ruido y vuelven con la presa al nido. Algunos pueden conservar todavía algunos pollos a punto de emanciparse.

Así que, por si sonaba la flauta, salgo cámara en mano con la esperanza de verlo...pero de momento los lectores se tendrán que conformar con unas fotos del paisaje de la zona. Espero en un futuro poder aportaros alguna foto del búho real.




Laguna del Campillo, con un grupo de garcillas (puntos blancos) volando por encima del agua.




Laguna del Campillo, soto del Jarama y Arganda del Rey al fondo.



Cantiles yesosos con formación vegetal de Jabuna (Gypsophila struthium) y Atocha (Stipa tenacissima). Los promontorios sirven de posadero al búho real.

Se hace de noche y sólo se perciben siluetas. El búho no aparece y decido marchar a casa pensando que todo ha terminado. Sin embargo, la naturaleza suele tener reservada alguna sorpresa muy grata para aquel que ya regresa cabizbajo pensando que su salida no ha servido para nada.

Me arrimo al borde de un cantil y escucho levemente a un chotacabras pardo en la lejanía. Cuál es mi sorpresa al darme la vuelta y ver un chotacabras a unos 10 metros de distancia apoyado en el camino. Bien visible. Nunca había visto a uno tan cerca y a pesar de que ya era casi noche cerrada, se distinguía perfectamente.

Le observo un rato y muevo la cámara. Observo como a cada movimiento que hago (tal como levantar la cámara o los prismáticos) el chotacabras alza el vuelo pero vuelve a posarse cerquita de donde estaba al principio con la misma pose. Movimiento mío e idéntica reacción del chotacabras. Así una y otra vez. Me doy cuenta de que nos estamos comunicando y eso le llena a uno de felicidad.

Algo pretendía al acercarse tanto porque era consciente de que yo estaba allí.

Decido ponerme en marcha hacia él con pasos lentos pero constantes. El chotacabras levanta el vuelo y comienza a sobrevolarme manteniendo una distancia de 10 metros y dando vueltas alrededor : pasando por detrás, por los lados y haciendo graciosas piruetas. Para después, ¡volverse a posar en el suelo delante de mí!. Y de nuevo la misma operación con otras piruetas.

Yo, encantado con la experiencia, deseando de que continuara su exhibición. Pero sabría que ello no duraría mucho. De buenas a primeras, y tras un rato siguiéndome, el ave desaparece.

Muchas aves muestran conductas de este tipo cuando perciben una amenaza para sus pollos. Los adultos emplean maniobras de distracción para atraer hacia sí un posible peligro y alejarlo del nido.

En cualquier caso, fuera deseo del pájaro charlar un rato conmigo o distraerme para proteger a sus hijos, consiguió desde luego su propósito .

Así que sólo me queda decir : "Chotacabras, gracias por el momentazo".




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