Patones de Arriba, 10 de Diciembre de 2011
Érase una vez un pueblo con Rey. El Rey de los Patones gobernó aquí durante siglos, transmitiendo el cargo a sus hijos y así sucesivamente. Eso por lo menos dicen los escritos y la leyenda.
En realidad, parece que se trataba de una persona al mismo nivel que el resto de su pueblo, que hacía de Juez de Paz y gobernaba de un modo cercano a los vecinos. La prueba de que era una persona sencilla : "El último Rey de Patones solía ir a vender algunas carguillas de leña a Torrelaguna", (Antonio Ponz, Viage de España, 1781)
Dicen que este cargo de "Rey" tuvo que empezar desde que se fundó el pueblo, por pastores huidos de la invasión musulmana en la Edad Media, hasta mediados del siglo XVIII, donde el cargo pasó a denominarse "Alcalde".
Esta forma de gobernar se mantuvo por tradición durante siglos, y ya con la Reconquista terminada continuó.
Hay leyendas que dicen que las tropas de Napoleón no entraron en el pueblo durante la Guerra de la Independencia ya que éste pasó desapercibido. Aunque otros documentos hablan de entrega de víveres a los franceses.
Patones de Arriba es un pueblo pintoresco, enclavado en un entorno privilegiado, entre calizas y pizarras. Sus pobladores se dedicaban al pastoreo, al cultivo de secano, algún regadío y a la miel. La miel de Patones es una de las mejores de Madrid, producida en sus extensos tomillares de alrededor. Y lo puedo decir porque tengo en mi casa un buen tarro de ella.
Ejemplo de arquitectura local, sus casas están construidas con pizarra, como la de los pueblos negros de la vecina Guadalajara y límite de ésta con Madrid (Majaelrayo, La Hiruela....)
La mayoría de estas casas fueron construidas durante los siglos XVII y XVIII, en una época en la que se producía localmente y se utilizaba la piedra del entorno. Una cultura sostenible.
Hoy día el pueblo vive del turismo, fundamentalmente a través de la hosterlería y el comercio de artesanía y productos locales.
El paseo por Patones es acogedor, y en un día de niebla como el de hoy, las calles y el entorno se tiñen de un halo misterioso que nos hace olvidar por un momento encontrarnos a tres cuartos de hora de la metrópoli madrileña. Las calles y sus rincones se saborean despidiendo nostalgia y tradición. El sentido del olfato también queda satisfecho al aspirar el aroma de sabrosos asados cocinados en leña.
Al salir del pueblo, aparecen vestigios de cochiqueras (lugares para resguardar los cerdos), Arrenes (¿?) y Bodegas.
Bodegas hechas con pizarra pero horadadas en la caliza.
Cochiquera
Es muy interesante observar la confluencia de dos tipos de roca en el entorno y los diferentes usos que se le da. Mientras que las casas se construyen con pizarra, en la caliza se excavan bodegas.
Paisaje pizarroso
Al dar un paseo por el entorno, descubro buenos salviares-aulagares-tomillares, idóneos para la producción de miel multifloral.
Aulagar, con Salvia y diferentes tomillos. Ideales para la miel. A la izquierda un Enebro de la Miera.
Regreso al pueblo y disfrutamos de una estupenda comida en el acogedor Restaurante "El bodegón".
(Fuentes : Oficina de Información Turística de Patones de Arriba ; Misterios, anécdotas y leyendas de la Comunidad de Madrid, de José Felipe Alonso Fernández-Checa)